Sonidos. Melodías y ritmos son los que me acompañan en mi caminar. Lo que para unos es el caos, para mí es una sinfonía llena de complejidades. Voces, bocinas, gritos, pasos, crujir, rechinar; todos pertenecen a una sola pieza que se va desarrollando ante la dirección de una batuta imaginaria y una audiencia desatenta.
Unas, llevan un ritmo frenético enmarcado en un escenario de tormentas y carreras para buscar refugio. Otras son tan sublimes como el silencio en una habitación vacía en la que, una vez que el oído se acostumbra, puedes escuchar el tamborilear de tu propio corazón y el rugido de tus pensamientos.
Hay voces que se asemejan al tronar de la trompeta anunciadora de desgracias; otras, son la calma del mar y la brisa arrancando notas de cuanto se cruza en su camino.
El teclear de esta misma nota lleva el frenesí de un músico novato tratando de aprovechar al máximo el instrumento a ejecutar.
La calle a la medianoche va con tempos más lentos que nos acunan y de vez en cuando nos enteramos de la violencia de la ciudad cuando la melodía es interrumpida por un grito o un disparo.
El roce de una mano contra las sábanas, el vaivén de la cama al hacer el amor y el gemido sobre las almohadas hacen de la cama un piano de teclas húmedas.
Ronquidos y tropiezos son captados por el oído aguzado, los pequeños detalles de un percusionista que despierta suspicacias hacen que tu propia casa sea un lugar desconocido a pesar de que el auditorio te pertenece.
El grifo goteando, a lo lejos un perro ladrando, las sirenas de la policía o de una ambulancia, las luces a través de la ventana; es un concierto que se desarrolla sin pausas mientras que sabes que eres el único espectador silente, sentado en el piso con un cigarrillo y la nostalgia de tiempos que nunca fueron.
Cuanto espacio vacío, cuantas butacas sin ocupar, muchas entradas sin vender, cuantos presentes solos y cuantas ausencias juntas. Un trago antes de dormir para mitigar la soledad y una sonrisa para no llorar solo.
El sonido te acompaña desde el vientre, luego al salir de tu madre con la primera nalgada e inmediatamente tu propio llanto. Un mundo implacable con una constante que siempre pasamos por alto, tu propia banda sonora que te acompaña en tus dramas y comedias, tus romances y tragedias.
Las alegrías, logros, corazones rotos y pérdidas las acompañamos con música. Un te amo es la victoria cantada por un coro de voces blancas y un te odio es la declaración de guerra emitida por el tamborilero que va al frente de la batalla.
La música me acompaña hoy, que muero un poco más. La música me acompañará hasta mi sepulcro porque ha sido mi fiel compañera, mi amiga inseparable, mi amante llena de pasión y mi consuelo en la adversidad.
J.D.R. 10/01/12